viernes, 25 de octubre de 2013

¡Bienvenida a la Universidad!

El curso académico en Leuven comenzó el 23 de septiembre pero un mes más tarde, todavía siguen habiendo actos de bienvenida.

Antes incluso de pedir la beca Erasmus entré en la web de la oficina de relaciones internacionales de la UB y cotilleando encontré una foto de una comida a modo de representación de la bienvenida que dan desde la facultad de economía y empresa a los nuevos alumnos que vienen de fuera. Así que, más o menos, eso era lo que tenía en mente cuando me daba por pensar en "la bienvenida".

Pasaron los meses, llegó julio y con él un e-mail de la Universiteit Katholieke Leuven, para los amigos: KU o KUL (he llegado a oír decir a propósito "cool", por lo que mola la universidad aquí).  El correo era para registrarse en un tour guiado por la ciudad, con guía profesional y un alumno experimentado, todo gratis. Me apunté y a mediados de septiembre llegó el día. Fue bastante interesante así que mereció la pena.

El tour fue un lunes, la semana a penas había comenzado y llegó el martes: sesión académico-informativa para todos los alumnos extranjeros. Por la noche, los sindicatos de cada universidad organizaron quedadas, para que nos fuésemos conociendo los estudiantes del mismo campo. 
Y ya era miércoles: otra sesión informativa sobre la vida en Leuven, incluía entre otros temas, la explicación de cómo funciona el sistema de recogida de basuras y la interesante charla de un policía que explicó una larga lista de normas para sobrevivir sin ser multado. Ese mismo día por la tarde, había una pequeña feria son stands de las diferentes organizaciones estudiantiles, así como una mesa donde apuntarte a las actividades del fin de semana. 
El tiempo vuela y llegamos al jueves: curso de introducción al holandés y una interesante charla sobre cómo afrontar los retos personales y sociales que pueden surgir cuando se vive en el extranjero, lejos de tu zona de confort.
A las puertas del fin de semana, viernes: para mí fue día de descanso, pero había organizada una visita guiada a las instalaciones deportivas de la universidad. 
Sábado: city game, consiste en superar retos en grupo por toda la ciudad a la vez que se descubre un poco más de ella. 
El domingo tocaba algo relajante: paseo guiado por la abadía más grande de Leuven, la Abdij Van Park, también muy interesante. Para esta actividad recuerdo que tuve que pagar dos euros.
Y, el lunes de la siguiente semana: inauguración oficial del curso académico y bienvenida por parte de la facultad. Para mí, lo más sorprendente es que incluía un piscolabis de frankfurt, patatas fritas y cerveza de varios tipos. Todo barra libre, así que el más avispado se hizo una cata de cervezas y se fue cenado ;)

Todo lo que he escrito son las actividades que yo realicé, pero habían muchas más, como barbacoas, picnics etc... Si te aburrías, no tenías perdón. 

Además, Leuven es una ciudad de estudiantes y como tal, en dos plazas de la ciudad, se organizaron conciertos para darnos la bienvenida a todos.

Ya en el mes de octubre, llegamos a esta semana. Había organizada una charla en el marco de integración de los estudiantes en la vida de la ciudad y también de Bélgica. Esta vez, un periodista flamenco ex-alumno de la KU, nos hizo un breve, aunque esclarecedor, repaso de la historia y política del país. 

La cosa sigue, pero eso es tema de otro post :)

¡Hasta la próxima!








miércoles, 9 de octubre de 2013

La colada: manual de lavandería


He de confesar que antes de venir aquí jamás había puesto una lavadora, así que mi primera vez fue en Riddersstraat. Y no, allí no es donde vivo, es donde está la lavandería ;)

Algo muy típico en Bélgica es que los pisos de estudiantes -o kots- no tienen lavadoras y mucho menos secadoras. Por lo que el fin de semana toca hacer la colada. 

Realmente no hay ningún misterio, pero supongo que nunca viene mal saber que hay máquina que cambia monedas por una especie de ficha/moneda llamada jeton que se ha de introducir en una rendija que tiene la lavadora. El primer día yo intenté introducir un euro directamente, hasta que pregunté como funcionaba la dichosa máquina. Algo curioso en relación al detergente y suavizante es que pueden comprar en una máquina expendedora -en paquetes de una dosis-, aunque es mucho más económico comprarlos en el super -en tamaño normal-. Después de elegir el programa de lavado, que es algo muy intuitivo (sólo varían en la temperatura), toca esperar unos treinta minutos de media y la ropa está lista. Pero aquí no acaba la aventura en la lavandería...

Como nadie quiere tener un chiringuito en casa con la ropa colgando para que se seque, en la misma lavandería hay secadoras. Estas funcionan directamente con monedas de un euro o cincuenta céntimos, dependiendo de la temperatura y el tiempo de secado. Yo no he llegado a utilizar la temperatura más alta por miedo a que la ropa se encoja pero siempre he de ponerla dos veces como poco para que la ropa salga realmente seca.
 
Hasta aquí no he explicado nada del otro mundo. Pero hay algo que descubrí la primera vez que puse un pie en este sitio: me gusta hacer la colada en un sitio donde no conoces a nadie pero en el que de vez en cuando hay alguna sonrisa, me gusta mirar el tambor mientras la ropa está dentro y yo estoy sentada en uno de los sillones negros que hay, me gusta hacer un sudoku -SÍ por cortesía de la empresa hay unos cajoncitos con lápices y sudokus de varios niveles- cuando estoy esperando que acabe la secadora.




Y mientras escribo esto he recordado una película que comienza con un niño sentado frente a una lavadora. El título es Tu vida en 65 minutos, si os apetece verla aquí la tenéis, yo la recomiendo :)


¡Hasta la próxima!

PS: un lavado (un jeton) cuesta cuatro euros y secar como ya he dicho, depende del tiempo de secado y de la temperatura, lo mínimo es medio euro.

jueves, 3 de octubre de 2013

Amigo conductor


Todavía no hace ni dos años que me saqué el carnet de conducir así que mi experiencia al volante no es nada del otro mundo, más bien es escasa. Aun así he observado cuatro cosas que me parecen interesantes:

Primera: gracias a que tengo ojos en la cara (vaya descubrimiento no?) lo que veo es muy diferente al panorama español. Aquí, hay muchos coches de gama alta, por lo que es tremendamente normal que un día cualquiera te adelante un porsche mientras tú vas tan feliz en tu bici.

Segunda: me sorprende la forma que tienen de cambiar el sentido de la marcha, como diría el manual de la autoescuela. La cosa va así: Yo conductora de un ford fiesta voy por una calle de doble sentido dirección al centro, pero, oh! casualidad de la vida, me doy cuenta que me he olvidado el bolso en casa. Como doy la vuelta? Busco la próxima calle que pueda girar a la izquierda, luego a la izquierda otra vez y así hasta volver a la calle en la que estaba en un principio pero en sentido contrario? NO. Lo que voy a hacer es meterme en la siguiente calle que intersecte con la que estoy ahora y si no hay mucho tráfico hago unas maniobras y cambio el sentido sin despeinarme. Voilà!

Tercera: si vas caminando por cualquier calle, te das cuenta que los conductores cada vez que paran, ya sea porque se han topado con uno de los pocos semáforos que hay o porque hay una viejecita cruzando, apagan el motor del coche. 

Cuarta: lo que para mí es un suplicio, para ellos es pan comido. La mayoría de aparcamientos disponibles en la ciudad son en paralelo a la acera. Otra de las manías que tienen los conductores de esta zona del planeta es subirse a los bordillos, maniobrar, bajar del bordillo y finalizar el estacionamiento. Sinceramente, lo del bordillo es algo que no deja de sorprenderme.

Y por último, os dejo una canción de Belle & Sebastian, que aunque no tiene nada que ver con el tema, me apetece ponerla ;)



¡Hasta la próxima!


miércoles, 2 de octubre de 2013

El mundo de los lavabos


Típico lavabo de un bar lovaniense: compartido. ¿Curioso no? Los chicos que quieran miccionar deberán hacerlo a la vista de tod@s los que entren. Las chicas tenemos suerte, después de pasar por la zona de sólo chicos, podemos hacer nuestras necesidades detrás de una puerta.

La primera vez que fui a un bar en Leuven me dio por ir al baño. Entré, vi, salí, me quede pensando y volví a entrar pero con la cabeza agachada. No sabía si me había equivocado y estaba entrando al servicio de chicos. Cuando salí se lo comenté a mi compañero y ni él ni yo supimos si me había equivocado, así que nos fuimos con la duda.

Unos cuantos días más tarde volví al mismo bar, esta vez con otra gente, era una reunión de estudiantes internacionales. Dio la casualidad que me encontraba cerca del lavabo cuando una chica entraba en ellos, veía, salía y me preguntaba si se había equivocado. Le contesté, como si aquella fuese mi casa, que no había error alguno. De esto me había dado cuenta unos minutos antes cuando me fijé en el sexo de las personas que iban entrando.

Este tipo de servicios no son nada inusual en esta pequeña ciudad universitaria. Esa misma noche fuimos a una de las pocas discotecas que hay y, sí, antes de irme a casa decidí ir al lavabo. Corroboré lo que ya era casi una certeza y que me gusta llamar -quizás ingenuamente- diferencia cultural.

¡Hasta la próxima!